martes, 23 de junio de 2009

YO ESTOY BIEN, Y TU TAMBIEN















Para un niño de cinco años, el acto de escuchar no es sólo una actividad más, es parte fundamental de su proceso de aprendizaje. Escuchando la respuestas, los comentarios y las recomendaciones de sus padres aprende un niño cómo está compuesto "el mundo real", lo que está afuera de su entorno.

Escuchar se convierte así, junto con observar, en dos habilidades que durante toda la vida acompañan al ser humano hasta que dejamos de respirar.

Uno de los problemas más comunes de las personas que no tienen una debida capacidad para aprender, consiste precisamente en su falta de habilidad para escuchar. Como se ha demostrado en estudios relacionados al Síndrome de Déficit de Atención, la falta de concentración y, en especial, la incapaciad para escuchar atentamente es una deficiencia que afecta drásticamente el proceso de aprendizaje.

Pero escuchar no es una actividad tan sencilla, el acto de escuchar es una experiencia subjetiva, donde se perciben símbolos sonoros y se traducen de manera simultánea en significados. En donde quién sabe realmente cuántos significados puede llegar a tener una misma palabra.

Además, escuchar es una actividad selectiva, no se le puede prestar atención a todas y cada una de las palabras, se seleccionan las más significativas y representativas del mensaje. Podemos afirmar que el acto de escuchar, actividad básica para el aprendizaje del ser humano, no es fácil. Aunque ahí radica el problema, porque no se le considera una tarea verdaderamente difícil.

¿Cuántos cursos de entrenamiento usted conoce en donde enseñe a escuchar? Parece tan obvio, pero muy pocas personas han tenido un entrenamiento adecuado en esta sutil actividad. Porque la mayoría estamos más preocupados por aprender a hablar, queremos que los demás nos escuchen, porque no siempre le damos la debida importancia a lo que los demás tienen que decirnos.

Conviene saber que existen tres niveles en el acto de escuchar. El primer nivel consiste en poner el mínimo nivel de atención, como cuando estamos escuchando la televisión mientras hacemos otra actividad. En este nivel sólo buscamos aquellos aspectos que nos interesan. Usualmente en este nivel de escucha le prestamos más atención a hablar que a escuchar.

El segundo nivel de escucha consiste en prestarle sólo atención a las palabras y no al emisor. En este caso interpretamos las palabras de acuerdo nuestros propios significados, y no revisamos qué es lo que nos quiere realmente decir la otra persona. Este nivel se presenta cuando conversamos con alguien con quien tenemos diferencias, todo lo que nos diga esta persona lo matizamos de acuerdo a la idea preconcebida que tengamos de la persona.

Finalmente, el tercer nivel se presenta cuando se está practicando una verdadera escucha empática. Esto se realiza percibiendo (sin interpretar, ni emitir juicios) lo que la otra persona nos dice. Aquí prestamos atención también a la comunicación no verbal y todo lo que transmita el emisor, y hacemos preguntas para verificar si estamos entendiendo lo que nos está tratando de comunicar. Este es el tipo de escucha que practican los médicos y los consultores. No se deja nada a la deriva, se pone toda la atención al mensaje y al emisor.

Hágase una pregunta a usted mismo, ¿cuál es nivel de escucha que usted mantiene y con qué persona adopta cual? Seguramente con su jefe o clientes usted mantiene una nivel de escucha del tercer nivel, el problema consiste en aceptar con quienes y en que circunstancias aplicamos los otros dos.

Uno de los principales mecanismos que nos impiden escuchar es la actitud, existen básicamente dos actitudes que mantenemos en una conversación: estar en lo correcto o estar equivocados. Así de fácil, siempre que hablamos con alguien partimos de la premisa: sobre este tema yo estoy en lo correcto y él está equivocado (casi siempre por no comulgar con nuestra postura).

En una conversación cotidiana, la mejor forma de escuchar consiste en mantener una actitud: yo tengo la razón y las otras personas también. De esta manera todo lo que tenga que decir mi interlocutor me resulta interesante y por eso lo escucho con atención.

Partir de esta idea, aceptar que la otra persona (independientemente de que favorezca mi punto de vista o no) tiene el mismo grado de certeza que yo, es la piedra angular que nos permite escuchar con una actitud favorable.

Desafortunadamente, siempre que nos encontramos con puntos de vista opuestos a los de nosotros respondemos de manera emotiva y tomamos una actitud: yo estoy en lo correcto y la otra persona está equivocada. Imagínese a dos personas que tomen esta postura. Bueno, esto ocurre todos los días, por esta razón urge tomar conciencia y aceptar que debemos reeducarnos en nuestra habilidad para escuchar.Como expresa Kenneth A. Wells en su libro "Guía para un Liderazgo Eficiente":

"Un buen escucha pone profunda atención a la otra persona, aunque esté en completo desacuerdo con ella. Para él, lo importante está en lo que la otra persona tiene que decir, no en saber si está a su favor o no".

"Sólo Los Mediocres y Las Solteronas Consideran Agravio ser Incomprendidos".

Oscar Wilde

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