martes, 3 de noviembre de 2009

PECADO SEIS: FUGA DE TALENTO






























Los héroes salen, no se quedan en su casa. Eso fue lo que le dijo Tetis a su hijo Aquiles cuando éste le pidió consejo sobre si ir a la guerra de Troya o quedarse a gobernar Mirmidón; y Aquiles se fue.
Lo mismo han hecho millones de mexicanos que se han ido a Estados Unidos a través de las décadas. México, y Latinoamérica en general, pierde su talento porque se van los más aguerridos, los que tienen el arrojo y se apuestan a ellos mismos. A diferencia de lo que se cree, no son los desempleados los que emigran, los que dizque "no tienen opción"; se van los que están bien y quieren estar mejor.
En una encuesta de casi 5 mil mexicanos, levantada por el Pew Hispanic Center, se encontró que apenas un 5 por ciento de los entrevistados mencionó estar en Estados Unidos por razones de desempleo.
El arrollador 95 por ciento afirmó que buscaba superarse y mejorar económica y socialmente.
"Nuestra percepción tradicional es que los inmigrantes ilegales mexicano ese no es el caso. El desempleo no es la motivación fundamental s están desesperados y que son propensos a cometer crímenes, pero. El motivador típico es la oportunidad y mejorar los prospectos de largo plazo", dice Rakesh Kochhar, responsable de la investigación.
Y no sólo se van los que tienen poca educación y/o que componen la población C y D; también allá se quedan los que estudian su carrera, maestría o doctorado, que tras sus estudios consiguen empleo y ya no regresan. Hay miles de profesores latinoamericanos impartiendo clases en las más prestigiosas universidades del mundo; me ha tocado conocer a algunos de ellos y ninguno dice que regresará a su País; lo extrañan, sobre todo la comida, pero allá harán su vida. Cuando los confrontas de por qué no regresan, encojen los hombros y ocultan su verdad, como no queriendo ofender.
La energía creativa de México, el perfil arriesgado, aventurero, que puede soportar la incertidumbre y la alienación que provoca estar inmerso en un sistema que no es el nativo, nos abandona todos los días. Las divisas que mandan los emigrantes a sus familias no alcanzan a cubrir el costo de la pérdida de talento. Descontamos el daño que le trae a nuestro País porque no vemos la cifra limpia o la vemos muy "en el futuro".
Además, México sigue rezagado en crecimiento y está hundido en un desgaste desesperante de politiquería de quinto mundo. Desaprovechamos recursos, nos perdemos en lo trivial, no hay acuerdos, no hay autoestima, carecemos de imaginación; el sueño de México no existe y optamos por perseguir el american dream.
Así como los arrojados y talentosos se van del ambiente mediocre, también se van de los ambientes donde la innovación y el cambio están estancados. Se van de la empresa exitosa que se relaja con el éxito, que deja de luchar, que se conforma y cae en zona de confort; los dos extremos del continuo funcionan como expulsores de talento.
En este tipo de ambientes las estructuras se hacen rígidas; no hay un incentivo para cambiar, sino hacia reforzar –replicar— el mismo modelo que ya probó ser exitoso. La energía se centra a preservar lo que se tiene y los elemento nuevos, ya sean ideas, procesos innovadores, pensamiento original, son vistos como disruptores indeseables; el sistema está cerrado y ya nadie puede entrar.
De ahí que el talento nuevo, el que necesariamente sube de puesto en las discontinuidades, en las crisis, en los movimientos caóticos, expansivos o de diversificación, no encuentra espacio.
Es que en un ambiente rígido el espacio siempre estará ocupado y no habrá forma de asumir posiciones de liderazgo. El talento joven, de espíritu flexible y abierto, se siente apabullado por la inflexibilidad y cerrazón; entonces se impacienta, no puede soportar la apatía frente a las oportunidades, extrapola y concluye que no tiene futuro. Si se queda en la empresa a luchar, lo más probable es que acabe siendo la oveja negra y eventualmente será señalado como chivo expiatorio; se le sacrifica, la cohesión de grupo se agranda y se consolida la configuración estática.
Por eso mejor el talento se va, y lo hace porque tiene opciones, porque puede colocarse en otro lado, emprender un negocio o salir del País; mientras que los que se consideran que no tienen opciones se quedan donde están, aferrados a su empleo actual, reforzando el clima organizacional de rigidez. A este último grupo le puedes "quitar las medallas", cambiarlos de puesto, hacerles demociones, bajarles el sueldo, y ahí se quedan.
La fuga de talento es un sistema de alarma muy bien establecido: si se va uno de los buenos, ok, si se van dos, tres, cuatro, entonces ya es una tendencia de alerta. Si la empresa reacciona diciendo: "allá ellos, se arrepentirán", se ratifica la patología. Si la frase "nadie es indispensable" se hace dogma, entonces los que quedan ya no corren riesgos ni toman iniciativas; se repliegan y se atrincheran.
También puede ser un tema del perfil de jefe que se rodea de gente que le toma la medida y sólo “le sigue la corriente”. Mientras que el talento a veces puede ser un tanto abrasivo; puede disentir o argumentar rumbos alternos.
El jefe que tiene seguridad en sí mismo escucha opiniones en contra, debate y finalmente toma su decisión, mientras que el inseguro acaba por rodearse de gente que siempre le da la razón. Este tipo de subordinado renuncia a su propia personalidad y se modela alrededor de los complejos del jefe; no hace olas, no menea el barco; sí señor, no señor, lo que usted diga.
De los ocho pecados de las empresas exitosas, la pérdida de talento quizá sea el más lamentable porque justamente es la gente talentosa la que puede sacar de apuros a una empresa y/o catapultarla hacia una nueva dimensión.
Sin el quién, el qué y el cómo lucen imposibles; primero quién y lo demás vendrá solo.

“Uno se defiende cuando dispone de medios suficientes; y ataca cuando dispone de medios más que suficientes.”

Sun Tzu

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