martes, 23 de junio de 2009

COMPENSACIONES EMOCIONALES




















Usted sabe muy bien qué es lo que se siente: hace su mejor esfuerzo por hilvanar las ideas, selecciona cuidadosamente las palabras y hasta le agrega algo de emoción al momento de hablar; sin embargo, usted percibe un hecho irrefutable, la otra persona no le está poniendo atención a lo que dice. Aunque usted ya se dio cuenta, desea atraer la atención de su interlocutor, así que pone más empeño y hasta bromea. Pero todo resulta infructuoso, no está siendo escuchado y esto es una experiencia frustrante.

Quizá no exista peor agravio u ofensa que le podamos hacer a otra persona que no prestarle atención mientras nos habla, es decir no escuchar.

De hecho, ¿cuántas personas son intolerables (es decir, le caen como puñalada en el hígado) por la sencilla razón que no saben escucharle cuando usted intenta conversar?

Que difícil resulta escuchar activamente lo que tienen que decirnos las personas, parece una tarea fácil, pero la verdad de la cosas no lo es. Tan difícil es que la mayoría de las personas no lo hacemos, de verdad, es raro cuando estamos poniendo el 100 por ciento de atención en lo que una persona dice cuando nos habla. Un porcentaje de nuestra atención se centra en la apariencia de la persona y su tono de voz, otra parte de nosotros trata de imaginar la "verdadera" intención de esta conversación, mientras que nuestra concentración realmente se concentra en estructurar nuestros pensamientos para tener una contestación adecuada y rápida.

Afrontémoslo, llevar una conversación en donde los interlocutores escuchen con atención es una actividad que nos resulta complicada, estamos acostumbrados a colocar nuestras energías en el mensaje que tenemos que transmitir, y no en el contenido que recibimos. No es extraño encontrar decenas de cursos, seminarios y diplomados sobre cómo mejorar la forma en que emitimos nuestros mensajes, pero he visto muy pocos (por no decir casi ninguno) que mejore nuestra habilidades para recibir mensajes, y principalmente para escuchar.

Una de las principales razones por las que la mayoría de nosotros somos tan poco eficientes, por decirlo de una forma amable, para escuchar consiste en nuestros miedos.

Se ha llegado afirmar que el ser humano vive condicionado por sus temores: tememos a lo inesperado, la muerte (las enfermedades), tenemos miedo también de nosotros mismos (nuestros sentimientos y emociones más profundos), pero también tememos a la propia realidad, sino cómo explicar tantas actividades y sustancias que fomentan la evasión.

Escuchar a los demás de forma activa es para algunos una forma de estar vulnerables a los comentarios y opiniones de las personas que nos rodea, y que en la mayoría de los casos nos conocen (y conocer nuestra realidad) bastante bien.

Digamos que escuchar a los demás equivale a realizar "votaciones internas" todos los días y a cada instante sobre nuestro desempeño en los diferentes roles que desempeñamos: directores, empleados, amigos, padres de familia, hijos, hermanos, y miembros de la comunidad.

Escuchar equivaldría a efectuar "encuestas de salida" a cada momento, esto es, conocer nuestra realidad: lo que hacemos y el impacto en los demás. Escuchar impone tomar conciencia de la manera en que estamos llevando las relaciones con los otros miembros de la comunidad: empresa, familia, colonia o grupo de amistades. Y, por lo tanto, aceptar los comentarios que los demás tengan que hacernos.

Tememos escuchar comentarios que se tornen en quejas, porque la palabra queja lleva un componente emocional que se relaciona con la culpa. Basta con fijarse cómo cuando una persona se queja frente a otra, la reacción más inmediata consiste en culpar a alguien o algo externo por lo sucedido.

Todos nosotros nos bloqueamos de forma natural hacia las quejas porque las consideramos como problemas en los que tuvimos algo que ver, así que, por lo tanto, podemos resultar culpables. Y para evitarnos todo esto, pues simplemente no prestamos toda la atención a la persona que nos habla, no escuchamos de forma activa, sino todo lo contrario: pensamos en qué contestar o nos concentramos en sólo ciertas partes de la conversación. Y cuando la otra persona se percata, siempre lo percibe, empieza el problema de no sentirse escuchado. Este es el círculo vicioso de la comunicación interpersonal.

Mire, véalo de esta manera: comunicarnos no es tan fácil, cuesta trabajo. A algunas personas hablar con un superior o una figura de autoridad les representa un verdadero esfuerzo. Este esfuerzo representa en mayor o menor medida un riesgo, y lo mínimo que deseamos recibir las personas como compensación es ser escuchados.

Ponerle atención a los demás representa una valiosa compensación emocional por el esfuerzo, la sinceridad y honestidad de quien nos habla. Sea cual fuere el medio que elija: cara a cara, telefónico, por medio de correo electrónico, nunca lo olvide.

"¿Si hablar es un acto natural, por qué algunos se ponen nerviosos cuando alguien cercano les pide un espacio de tiempo para conversar? ¿Será por la culpa que llevamos dentro?"

“El peor error del ser humano es confundir velocidad con direccion. El secreto de dirigir esta en la direccion que le ponemos a nuestras acciones”

Jack Welsh


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