lunes, 2 de febrero de 2009

EL INFIERNO





¿Quién no ha ido al infierno? ¿Quién no ha estado encerrado, lleno de miedo y sin la más pequeña luz a la vista?¿Quién no se ha sentido perdido, vacío, sin rumbo? ¿Quién no ha caído exhausto luchando contra uno mismo, para quedar sin energía ni deseos de interactuar con el mundo externo?¿Habrá alguien que no se haya desintegrado por completo y haya tenido que reconfigurar sus propios pedazos, uno a uno, como si se tratara de una odisea infernal?

El camino del héroe siempre es uno de sacrificio, de enfrentamiento, y sobre todo de ruptura. Pareciera que sólo en situaciones infernales el acero del alma se forja, se pierde la inocencia y se rompe al ego para que emerja entonces la verdadera persona.

Una tragedia, una depresión, una pérdida, un despido, una quiebra económica, un rompimiento de corazón, una humillación, todas ellas son jornadas duras y casi imposibles, pero también son transformadoras y usualmente las que definen a las personas.

Detrás de cada héroe, de cada mujer u hombre sobresaliente, están las heridas de las quemaduras del descenso al infierno, donde incluso les ocurre hasta la muerte de su vieja versión de ellos mismos.

Allá, al principio de la historia, en la visión de lo que sigue tras la muerte no existía el "cielo" como lo entendemos ahora y morir era conceptualizado como un regreso a la Tierra, abajo, adentro, de fusión, como si fuera el vientre femenino. Era un descenso místico con el potencial de renacer real o simbólicamente.Lentamente se fue desplazando esta concepción hacia la idea de un cielo separado del inframundo, ubicado en las alturas y con un tono más masculino.

Dante Alighieri acabó de conformar la visión occidental de tres territorios separados: cielo, purgatorio e infierno.

Sintetizo una posible taxonomía sobre la idea del infierno (de Lansing Smith), visto como:

1.- Un lugar de tormento, maldición y sufrimiento; no sólo psicológico o espiritual, sino cultural e histórico.

2.- Una cripta que guarda la energía de los ancestros, asociada a la sabiduría de los que nos preceden y que nos orientan sobre nuestro destino.

3.- Un depósito que guarda las semillas de la imaginación; un espacio, o un estado, de revelación y transformación.

Es que a través de las culturas el infierno es y ha sido muchas cosas.

Todas estas versiones viven en la imaginación del humano salvo una: el infierno que ocasionalmente nos toca vivir en la Tierra, aquí y ahora.

El infierno se vive a lo largo de una vida, en periodos de desgracia por años, meses, semanas, días, o dolorosos minutos que parecen una eternidad.Alejándome de la interpretación religiosa, somos los vivos los que vamos y venimos al infierno.

El peor de los infiernos cotidianos tiene que ser el aburrimiento. Cada vez es más común encontrar empleados desapasionados, poco involucrados, apáticos.

Los ejecutivos, o incluso dueños de negocio, tras la lucha por llegar, por consolidarse, por hacer un nombre y consolidar una empresa, caen en aburrimiento y se preguntan qué es lo que sigue y para qué.

Reunidos en Miami un grupo de 40 ejecutivos y empresarios de diversos países opinaban sobre estos temas. Asintieron sobre el problema creciente para encontrar gente involucrada y apasionada y se preguntaron: "¿Entonces en qué casos no se cae en aburrimiento, qué podemos hacer con nuestra gente y con nosotros mismos?".

Obviamente yo no tengo la respuesta, además de que el infierno es personal y subjetivo, pero lo que he visto como consultor desde hace más de una década es que los ejecutivos o dueños de negocio más entusiastas suelen ser: aquellos que están estrenándose en algo como un puesto nuevo, un trabajo nuevo, un negocio nuevo, un cliente nuevo, un producto nuevo, expansión y crecimiento (que también es territorio nuevo), lo nuevo es emocionante; el otro caso es cuando las personas tienen una expectativa de conquistar algo, subir de puesto o ganar algo extraordinario.

Entonces el corolario podría ser: si no estás estrenando algo, haciendo algún tipo de "stretch" en tu persona, no tienes un reto grande que te active, eres propenso a descender en el infierno.

Las metáforas más usuales del sistema capitalista contemporáneo son la caminadora estacionaria (treadmill), que por más que andas, ahí te quedas; la carrera de ratas (rat race); así como la plataforma giratoria de los hamsters, también llamados puerquitos de prueba (guinea pigs).

Los mitos griegos son otra manera de representarlo. Sísifo era un rey en la antigüedad que por desafiar a los dioses recibió un castigo infinitamente frustrante: tenía que empujar una gran piedra redonda a la cima de una colina para que, justo cuando estaba por llegar y culminar su labor, ésta rodara hacia abajo obligándolo, una y otra vez, a volver a empezar.Tántalo, otro que quiso pasarse de listo con los dioses, fue amarrado y fijado en un poste donde sólo podía mover la cabeza. Su castigo era que estaría eternamente casi muerto de hambre y de sed. El agua se subía de nivel y justo cuando estaba a su alcance, ésta se bajaba otra vez a un nivel inalcanzable. Lo mismo ocurría con el alimento.

La rutina puede ser el infierno de los tiempos modernos, ya que el sistema te pide seas un insumo predecible, constante, continuo; no favorece a los novedosos, a los creativos, a lo discontinuo y mucho menos a los irreverentes que se atreven a cambiar el statu quo. El infierno parece estar diseñado en nuestra vida.El peor de los infiernos es el que está fuera de nuestra conciencia, el que se nos esconde, el que no reconocemos y negamos diciendo que "todo está muy bien", hasta que algo revienta por algún otro lado.El infierno nos espera con los brazos abiertos.

Podemos descender y quemarnos un poco, o mucho, pero hay que regresar. Si te quedas ahí te destruye; si regresas te transforma. Hay que regresar.

“Pregúntate si lo que estas haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar”
Walt Disney

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